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omienzo estas palabras expresando mi satisfacción por tener la oportunidad de acudir por primera vez oficialmente al Ayuntamiento de Pamplona, capital del antiguo Reino de Navarra, y me satisface más aún sentir el latido de su corazón hospitalario, que se ofrece generoso en la divisa que campea en la puerta de esta Casa.
Llego a esta ciudad con el propósito de revivir su historia, compartir su presente, y encontrarme con los pamploneses, que tanto os afanáis por asegurar vuestro futuro de progreso sobre las bases de la convivencia, civismo y trabajo que os caracterizan.
Mi estancia entre vosotros me permitirá, sin duda, conoceros mejor y aumentar más, si cabe, el especial afecto que siento por vosotros. Ya sabéis que no es ésta la primera vez que os visito, y son muchos los lazos que me unen a esta tierra, unos de carácter oficial y otros de carácter personal. De todos ellos guardo muy gratos recuerdos.
Vengo con ilusión, dispuesto a convivir con vosotros, a percibir vuestra realidad actual y cotidiana. Quiero conocer vuestros proyectos, sentir vuestras necesidades y felicitaros por vuestros logros sociales, económicos y culturales. Me consta que sois una población animosa, trabajadora y llena de iniciativas, con las que habéis conseguido un grado de bienestar que es uno de los más altos de España.
Se que vuestra modernización y vuestra proyección de futuro no han impedido que Pamplona mantenga intacta su memoria histórica, que se manifiesta con rotundidad en la trama urbana de la ciudad antigua, en su rico patrimonio histórico y artístico, que resume los hitos de vuestra rica y personal historia ciudadana.
Pamplona, la población vascona, la antigua Pompaelo, la cabeza del reino medieval, la ciudad renovadora de la Ilustración, elogiada por los viajeros de la época, y la emprendedora capital del siglo XXI, ha sido siempre el centro de gravedad de Navarra, la ciudad por excelencia.
Ha compendiado durante siglos el Reino de Navarra, uno de los cinco que conformaron España y del que he heredado el título de Príncipe de Viana, que con gran respeto y orgullo utilizo en esta tierra, donde adquiere un hondo significado avalado por siglos de Historia.
Al visitar vuestra ciudad soy consciente de que rindo homenaje a mis antecesores, a aquellos Príncipes y Reyes que supieron amar al pueblo de Pamplona, al que gobernaron sabiendo respetar sus antiguos derechos y sus privilegios.
Fue precisamente uno de estos Reyes, Carlos III de Navarra, a quien las gentes llamaron el Noble, el que en 1423 concedió el Privilegio de la Unión, excluyendo para siempre las luchas y banderías de los antiguos burgos e inaugurando una historia nueva, de comunidad y de concordia, que representa este edificio, levantado en tierra de todos, porque no era exclusivo de ninguno.
Os animo a seguir manteniendo y a vivir resueltamente este espíritu de convivencia civil, gracias al cual habéis construido esta Ciudad admirable, bien trazada, orgullosa de sus jardines y espacios verdes, y de su envidiable nivel de servicios y atenciones educativas, sociales, culturales y de ocio.
Pamplona lo merece, y os convoca para seguir creciendo y asumiendo las exigencias de este tiempo, más arduo y a la vez más gratificante, mediante un proyecto más humano y compartido, que estoy seguro sabréis cumplir con la naturalidad y brillantez de las que siempre habéis dado pruebas abundantes.
La unidad que fue el origen de la actual Pamplona en los comienzos del siglo XV es hoy también un ejemplo necesario. En su discurso, la Alcadesa ha hecho una referencia valiente y realista a la situación que vive nuestro país a causa del fanatismo, enemigo de la democracia. El terrorismo amenaza nuestra libertad. Esto lo sabéis de manera especial en vuestra ciudad, que ha padecido la crueldad terrorista, y en este Ayuntamiento, que ha sufrido el asesinato de uno de sus concejales, un representante del pueblo de Pamplona.
Quiero deciros que es para mí un honor estar hoy junto a vosotros, en este Ayuntamiento en el que Tomás Caballero defendió sus ideales con la fuerza de la razón. Estrecho con respeto y admiración vuestras manos, porque con la memoria viva de la pérdida brutal e irreparable de vuestro compañero de Corporación, habéis decidido continuar el trabajo que él emprendió, defendiendo sus convicciones con la palabra, trabajando lealmente por vuestros convecinos superando con valentía la amenaza de los enemigos de la libertad, de la democracia y de los derechos humanos.
Deseo, como el Rey Noble, Carlos III de Navarra, animaros a seguir adelante, unidos y convencidos de que la voluntad mayoritaria de los hombres y mujeres de vuestra tierra no será doblegada por el terror ni por el fanatismo. Pamplona siempre se ha manifestado rotundamente a favor de la convivencia, de la pluralidad y de la paz. Vosotros, Alcaldesa y concejales de Pamplona, dais testimonio de ello.
Tengo fe en Pamplona, en sus gentes, en esta sociedad moderna, ambiciosa, bien preparada, trabajadora, y exigente consigo misma. Al visitar vuestras calles y plazas, vuestros centros de trabajo y de estudio, vuestras casas y vuestras instituciones, estoy seguro de que voy a comprobar que estáis preparados para afrontar el nuevo siglo con éxito y que los proyectos, de carácter social, económico, cultural y político, por los que trabajáis se harán realidad en beneficio de todos. Para conseguirlos, os aseguro que estaré a vuestro lado, ahora y siempre.
Quiero finalmente agradeceros vuestra amabilidad al hacerme entrega de esta maza que simboliza el poder municipal y la fuerza de esta ciudad. Podéis estar seguros de que las guardaré como el mejor recuerdo de este encuentro, y garantia de mi apoyo a vuestras empresas y ambiciones.
Muchas gracias,
Eskerrik asko.