Es para mí un enorme placer participar en la Ceremonia de Clausura de este Congreso Mundial del Derecho, en su 29ª edición. Os habéis congregado más de mil juristas procedentes de 70 países, desde profesionales consagrados de la abogacía, la magistratura, la investigación y la enseñanza, hasta los más jóvenes, que os asomáis al mundo de las leyes con la idea firme de abriros camino. No podríais haber elegido mejor plataforma que un congreso que este año os da todo el protagonismo, a partir de su propio título: “Nuevas generaciones y estado de derecho: forjando el futuro”.
Quiero reconocer al patronato de la World Jurist Association y a la World Law Foundation el enorme esfuerzo organizativo puesto en este congreso. También a la Universidad del Caribe, que he visitado esta misma mañana, y a la Universidad Autónoma de Sto. Domingo, Primada de América, en cuya Aula Magna nos encontramos. Y gracias, sobre todo, a la Rep. Dominicana por esta cálida acogida; una acogida que nos hace sentir a todos, y en particular a los iberoamericanos, en nuestra casa.
Y esta ciudad de Sto. Domingo, en esta bella tierra caribeña de Rep. Dominicana, es algo muy especial para todo español que viaja a este lado del océano. Aquí, en la antigua isla de La Española empezó todo con la llegada de Colón, apoyado y financiado por la Reina Isabel de Castilla. Cinco siglos después, quiero destacar este gran espacio iberoamericano y ─permítanme también─ el de Hispanoamérica, con el que compartimos tantas cosas, pero sobre todo la lengua de Cervantes.
No quiero continuar sin expresar mis condolencias, y las de todos los españoles, por la enorme tragedia vivida hace unas semanas en esta tierra hermana, con el derrumbamiento del techo de una discoteca que causó centenares de víctimas mortales, muchas de ellas muy jóvenes. Os hago llegar nuevamente, a las familias de las víctimas y a todo el pueblo dominicano, el abrazo y la cercanía del pueblo español.
Queridos participantes en el congreso, amigas y amigos, decía el filólogo, crítico y ensayista dominicano Pedro Henríquez Ureña, que “aprender no es solo aprender a conocer, sino igualmente aprender a hacer”. Y no hay, en los tiempos que corren, un mensaje más útil y valioso que esto que habéis hecho: reuniros, aprender, dialogar, pensar en cómo hacer. No hacen falta las palabras: el mero hecho de encontraros es, de por sí, una reivindicación, alta, clara y poderosa, del estado de derecho. Una llamada a la defensa del imperio de la ley como única alternativa al imperio de la fuerza.
Vivimos un tiempo en que se habla, a menudo con palabras de trazo grueso, de fragmentación, de desconexión, de barreras, de conflictos, de polarización. Vuestra disciplina, el derecho, puede ser una víctima colateral de estas tendencias, pero también puede ser todo lo contrario: un anclaje a nuestros principios y valores fundamentales y que, por serlo, deben ser también universales.
Me consta que todos los aquí presentes trabajáis para que el derecho consolide nuestro sentido de ciudadanía; os animo a todos a perseverar en este empeño. Con ello estaréis haciendo honor a tantos insignes miembros de la World Jurist Association, que, por sus más de sesenta años de historia y su compromiso con el multilateralismo y las NNUU, con toda justicia puede llamarse la voz global del derecho.
"...No hacen falta las palabras: el mero hecho de encontraros es, de por sí, una reivindicación, alta, clara y poderosa, del estado de derecho..."
Porque el estado de derecho, no lo olvidemos, protege y potencia a la persona, es la garantía del respeto de su dignidad y de su aspiración a una convivencia democrática. Cualquier deterioro o menoscabo del estado de derecho es un empobrecimiento de la sociedad, de su vida política, de su capacidad de afrontar los desafíos comunes. Frente a las promesas de eficacia o las soluciones simples para problemas complejos, conviene recordar lo evidente: ningún modelo de organización política puede ser más sólido que aquel donde impera la igualdad ante la ley; donde se respetan los derechos individuales, donde cada voz, por diferente o incluso débil que parezca, es escuchada y respetada.
Algunas iniciativas recientes de la WJA están plenamente imbuidas de este espíritu. Me refiero, por citar solo algunas, a los Premios Prof. Rainer Arnold a la excelencia jurídica; al programa “Justice for Children” de asesoramiento jurídico en casos de abuso de poder contra niños y niñas; o al Programa de Liderazgo Cívico para Jóvenes Juristas llamado “Escuela de Salamanca”. ¿Y cómo no recordar, hablando desde esta tribuna, que fue precisamente la Escuela de Salamanca la que impulsó la fundación de la 1ª institución académica en Sto. Domingo, en 1538?
Queridos amigos, a la ley y al derecho ha dedicado su vida la jurista distinguida este año con el Premio Paz y Libertad Mundial, Sonia Sotomayor, magistrada del Tribunal. Supremo. de los EEUU.
Sobrados son los méritos profesionales y académicos que confluyen en su figura, pero destacaré aquí su compromiso cívico. Un compromiso que –es inevitable pensarlo- está enraizado en su propia biografía, en su condición de mujer, en una infancia y una juventud que la enseñaron a luchar, a salir adelante; y en esa raíz puertorriqueña y esa lengua compartida, el español, de las que tan orgullosa se siente. Todo ello inspira sus convicciones y explica sus logros y su trayectoria, en un admirable ejemplo de coherencia y capacidad de superación.
Su energía, su hondura intelectual, su comprensión de los problemas jurídicos y sociales de nuestro tiempo, han llevado a la jueza Sotomayor a ser una de las juristas más escuchadas y respetadas en un país como Estados Unidos; un país que conozco bastante y al que quiero y admiro profundamente. Un país que ha sabido, en su historia, hacer fructificar tantas ideas nacidas en Europa y sembrar tantas otras que han acabado dando fruto también en el continente europeo y más allá.
Ahora que tanto se discute acerca del vínculo transatlántico, poniéndose a veces en tela de juicio su vigencia o su futuro, creo que conviene recordar que ese vínculo no es tan solo una relación entre gobiernos y administraciones públicas, sino que se funda sobre un diálogo permanente, siempre inacabado, mutuamente enriquecedor, entre empresas, fundaciones, universidades, representantes de la sociedad civil y personas que ostentan posiciones de liderazgo en ambas orillas. El diálogo transatlántico lo hacemos todos, en todos los sectores, y es parte de nuestra identidad, en Europa y en América.
Figuras como la de Sonia Sotomayor, la 1ª jueza de origen hispano del Tribunal Supremo estadounidense, construyen esta comunidad de valores que no conoce fronteras; su voz y su criterio resuenan con claridad no solo en América, sino también en Europa, en todo el mundo hispanohablante y en otras muchas latitudes donde se la escucha, se la respeta, se la quiere y se la admira.
En definitiva, queridos amigos, estos tiempos son difíciles e inciertos, pero ¿qué generación, a lo largo de la historia, no tuvo que afrontar sus propias incertidumbres, sus propias dificultades? Nuestra capacidad de asumir, comprender y superar los retos de este tiempo dará la medida de nuestro valor como sociedad. Os animo a que sigáis contribuyendo, en el ámbito de vuestra vocación jurídica, a esa tarea siempre inconclusa que es hacer un mundo más justo. Espero y deseo que, dentro de dos años, en el XXX Congreso Mundial del Derecho que tendrá lugar en Albania, podáis poner en común esos esfuerzos y celebrar, juntos, algunos de sus frutos.
Muchas gracias.