Es para mí una gran satisfacción inaugurar el II Symposium Internacional "Estrés y Violencia en la Infancia y Juventud", que durante los tres próximos días va a desarrollarse en esta ciudad y que cuenta entre sus ponentes con tan gran cantidad de prestigiosos especialistas y estudiosos en la materia.
A las causas de la violencia en general me he referido ya en el pasado mes de septiembre en Valencia, con ocasión de la celebración del encuentro sobre Biología y Sociología de la violencia. Respecto de las causas de la violencia en la infancia, lo hice igualmente el pasado año en Lisboa con motivo de la celebración del I Symposium sobre "Estrés y Violencia en la Infancia y la Juventud".
Aventurar por mi parte nuevas reflexiones sobre cuestión de tanta actualidad y que en forma tan directa afecta a toda la sociedad, supondría una reiteración de conceptos en una materia que todos ustedes van a tratar en profundidad en los próximos días desde un punto de vista interdisciplinar.
Sin embargo, no quiero dejar de formularles una breve reflexión personal, íntima, que surge desde el convencimiento más profundo de que la violencia, cualquiera que sea la edad en la que se manifieste, y muy especialmente la ejercida en la infancia y la juventud, tiene solución.
El mundo de la infancia es un mundo mágico, en el que impera un equilibrio frágil e inestable. Y al igual que sucede con las leyes de la física, la modificación de ese equilibrio puede desencadenar reacciones en cadena que los adultos no siempre podemos controlar.
El mundo de los niños, el mundo de los jóvenes, es un universo complejo que no se ajusta a comportamientos tipos. Cada niño, cada joven, es en sí mismo un ser especial, distinto, núcleo y centro de ese universo personal que es la vida de un ser humano. Y como todo lo que está por construir en forma definitiva necesita cuidados y afectos especiales.
Excluidas las causas genéticas de la violencia, para cuyas soluciones debemos confiar esperanzadamente en la ciencia, es necesario y decisivo que las respuestas a las restantes manifestaciones de otros tipos de violencia procedan de nuestro interior y que tengan un arraigo definitivo en el corazón de los niños.
El papel de los padres y los educadores en la solución de este problema es fundamental. Sólo por la educación podremos resolver la causa primaria y remota de las primeras manifestaciones de la violencia en los niños y los jóvenes, que no lo olvidemos, serán, o no, los violentos del mañana en función de la educación recibida.
Por esta razón es necesario cuidar como un tesoro de valor incalculable ese mundo de la infancia, mágico e inestable. Rodear a los niños de afecto, de cariño y comprensión, inculcando en ellos un claro sentido de tolerancia y generosidad será, a la vez, la solución menos costosa y más eficaz para la sociedad, al mismo tiempo que la más gratificante y de efectos más permanentes.
Nada más. Sólo expresarles mi más cordial felicitación por la celebración de este Congreso y desearles que el fruto de sus trabajos y reflexiones sea un importante punto de partida para la resolución definitiva del problema de la violencia.
Queda inaugurado el II Symposium Internacional "Estrés y Violencia en la Infancia y Juventud".