Quiero agradecer, en primer lugar, la amable invitación que S.M. la Reina Noor me ha formulado para participar en la tercera Cumbre sobre el Adelanto Económico de la Mujer Rural, que me proporciona la oportunidad de seguir directamente el desarrollo de cuestión tan importante, como ya hiciera en las anteriores Cumbres de Ginebra y Bruselas, en calidad de invitada especial.
Desde el año 1992, fecha de la celebración de la Cumbre de Ginebra, sigo con especial atención y cuidado los problemas que afectan a la mujer rural. Su protagonismo creciente, que emerge en todo el mundo como una fuerza vital y fundamental de los procesos de desarrollo, es uno de los hechos más relevantes de este final de siglo.
El acceso en los últimos años de un significativo número de países a mayores cotas de progreso ha sido posible, en gran parte, a la enorme fuerza laboral de la mujer rural. Diversificando sus primitivas ocupaciones y adoptando nuevas estrategias de capacitación en tecnologías alternativas para mejorar los métodos de producción, han logrado que el mundo entero tome conciencia de su propia identidad y de los derechos por los que tan fervorosamente luchan.
Con su esfuerzo y trabajo cotidiano, que llevan a cabo en condiciones muy desfavorables, han conseguido, además del objetivo prioritario de mejorar su condición económica, personal y familiar, el de fortalecer la democratización de los sistemas políticos de sus países de origen, como consecuencia de la creación de unos mayores niveles de vida en el plano económico, social y cultural.
Sin embargo, casi nada de lo alcanzado hasta ahora habría sido posible de no haber crecido, con la fuerza que lo hizo en su momento, la idea fundamental de la solidaridad que nació en la Cumbre de Ginebra de 1992. Gracias al tesón de la Reina Fabiola y al Grupo Básico de Primeras Damas que hicieron posible la Conferencia de Ginebra, la problemática y aspiraciones de la mujer rural de todo el mundo se han incorporado por derecho propio a los textos de las Asambleas, Conferencias y Resoluciones más importantes que se han celebrado en los últimos años.
Notable ha sido también el papel jugado por el Comité Director Internacional, que ha permitido y asegurado la puesta en práctica de los objetivos de las Cumbres de Ginebra y Bruselas.
Su acertada coordinación con los diferentes organismos internacionales que se ocupan de fomentar el desarrollo de la mujer rural, ha facilitado la adecuada asignación de recursos económicos y fortalecido la toma de conciencia general sobre los problemas cotidianos de millones de mujeres en todo el mundo.
Al pertenecer España al grupo de países denominados donantes, con una problemática respecto de la mujer rural muy diferente al de los países receptores de ayuda, quiero resaltar que la idea fundamental que preside la presencia de los países llamados donantes en esta Cumbre es la de la solidaridad.
Si bien nuestros problemas en el área de la mujer rural son diferentes a los de los países beneficiarios de ayudas, también necesitamos fomentar las medidas de apoyo dentro de nuestros países para que el esfuerzo y el trabajo de tantas mujeres no rurales, que crean pequeñas empresas y desarrollan trabajos diversos, alcancen el nivel de justicia que corresponde a una sociedad desarrollada.
En definitiva se trata, en un caso o en otro, de favorecer e impulsar la idea de solidaridad para que las mujeres de todo el mundo, sean rurales o pequeñas empresarias urbanas, tengan acceso, en similares condiciones que los hombres, a las mismas posibilidades de educación, formación y trabajo.
Desde la Fundación que presido a título personal en España, ofrezco mi colaboración y ayuda para desarrollar esta idea básica e indispensable de solidaridad entre pueblos y naciones. El ejemplo de actuaciones como la que lleva a cabo el Grameen Bank en Bangla-Desh, con su original y acertada política de microcréditos para mujeres campesinas, nos demuestra que no hay esfuerzos baldíos cuando se hace presente el espíritu de generosidad y colaboración con los más desfavorecidos.
Reflexionar sobre la conveniencia de acelerar la eliminación de cualquier forma de discriminación contra la mujer, e impregnar las relaciones país donante-país receptor de un sentido ético y solidario, con independencia de nuestras distintas creencias, religiones y culturas, es el mejor servicio a la justicia que pueden prestar todos los Gobiernos, Instituciones y Organismos que tienen responsabilidades en los temas que aquí se debaten.
Este es el noble objetivo por el que, estoy segura, todos nosotros trabajaremos en los próximos años.
Muchas gracias.