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Palabras de Su Majestad la Reina en el simposio internacional sobre "La Convención de los derechos del niño hacia el Siglo XXI"

Salamanca, 02.05.1996

Es para mí una gran satisfacción volver a esta siete veces centenaria Universidad de Salamanca. Decana de todas las de España, Iberoamérica y Filipinas, y donde a lo largo de los tiempos fueron debatidos algunos de los más graves y acuciantes problemas relativos a los derechos fundamentales de los habitantes del Nuevo Mundo.

Coincidiendo con el 50 aniversario del "Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)" se nos brinda la hermosa oportunidad de llevar a cabo una reflexión serena y objetiva sobre los derechos de las niñas y los niños, solemnemente reconocidos y proclamados en la Convención de 1989.

La Universidad de Salamanca, siempre pionera en la defensa de la vida humana, enlaza hoy pasado con futuro mirando hacia el siglo XXI, y busca de nuevo desde sus aulas hacer realidad el derecho de los más desprotegidos: los niños de todo el mundo.

Siempre que se aborda en profundidad un tema como el que durante estos días se va a tratar, nos asalta la duda de si las palabras ya tantas veces repetidas en otros lugares y ocasiones van a tener algún sentido práctico. Mi conclusión final siempre es positiva. Difundir y recomendar a Gobiernos e Instituciones la necesidad de ratificar y dar cumplimiento a Tratados Internacionales es una labor inaplazable que debemos ejercer de continuo.

Son numerosos y muy diversos los problemas que afectan a muchos niños. Desde el maltrato hasta su empleo como combatientes en conflictos armados, un amplio abanico de vicisitudes intermedias condicionan su frágil existencia, si es que hubieran conseguido superar, por un acto de generosidad y entrega, la tantas veces azarosa prueba de su propio nacimiento.

Enfocar la existencia de los niños desde el culto a la dignidad y a la vida humana es una premisa absolutamente necesaria. Insistir en salvaguardar el principio fundamental que anima todo el articulado de la convención de 1989, esto es, la  prevalencia de sus intereses y derechos en todo momento y situación, es un objetivo prioritario que deben respetar y hacer cumplir todos los Gobiernos, Autoridades e Instituciones.

Hacer una nueva llamada a la convivencia mundial desde el diferente origen de sus creencias, culturas y profesiones - como símbolo de universalidad - es la gran responsabilidad que recae sobre todos ustedes en estos días que van a dedicar a reflexionar sobre los problemas de la infancia.

El ejemplo de nuestro Presidente, señor Ruiz-Giménez, que viene de sufrir muy recientemente uno de los vaivenes más dolorosos que el destino pueda reservar a un ser humano, debe ser guía de conducta para todos nosotros. En él se simboliza hoy la cadena del amor y de la solidaridad, que los adultos tanto deseamos legar como herencia a nuestros niños.

Como ya he hecho en ocasiones anteriores,  quiero hoy renovar mi ofrecimiento desinteresado, personal y de la Institución que dirijo, la Fundación Reina Sofía, para colaborar en cualquier proyecto que tenga por objetivo aliviar los sufrimientos de los niños y para ayudar a dar un auténtico sentido humanístico y solidario a sus vidas.

Quiero reiterar que nunca serán suficientes las leyes y las acciones administrativas pertinentes dirigidas a paliar los problemas de la infancia, si no son aplicadas desde la óptica de las particularidades culturales, étnicas y sociales de los niños a los que van dedicadas. Y esencialmente, en cualquier situación, en cualquier lugar del mundo, es necesario  comprensión, diálogo, compañía y amor.

Esa es la primordial e insustituible función de la familia, pero también, cuando la familia falte, de las Instituciones públicas o de las Organizaciones humanitarias que asuman tan fundamental misión. A este respecto, merece singular elogio el creciente movimiento promovido por UNICEF "Alcaldes defensores de los niños" así como la encomiable labor de misioneros de distintas confesiones religiosas, que junto a cooperantes laicos, han hecho de sus vidas una ofrenda heroica y permanente en beneficio de la infancia.

Si al principio evocamos las luminosas enseñanzas de quienes ejercieron siglos atrás su magisterio en esta venerable Universidad, alberguemos ahora la esperanza de que aquellas generosas palabras no queden como ecos del pasado. Sus fructíferas voces, vivas y renovadas en las interesantes ponencias de este Simposio, estoy segura de que serán un canto al bienestar, la dignidad y la vida humana de todos los niños y niñas del mundo. Fervientemente, desde el fondo de mi corazón, así lo deseo.

Muchas gracias.

Queda inaugurado el Simposio Internacional sobre "La Convención de los derechos del niño hacia el siglo XXI".

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