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Palabras de S.M. el Rey ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa

Estrasburgo, 27.04.2017

El pasado 10 de marzo tuve el grato deber y la satisfacción personal de recibir en Madrid a la Comisión Permanente de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en el marco de las celebraciones del 40 aniversario del ingreso de España en el Consejo.

Y hoy me cabe el gran honor de dirigirme a esta Asamblea para poner de relieve -y subrayar- el compromiso firme de España con el Consejo de Europa. Una Institución que encarna, representa y defiende nuestros mejores valores como europeos: la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley. Les agradezco muy especialmente su amable invitación en el contexto de este aniversario tan importante para los españoles y no menos relevante para la propia Europa y sus instituciones.

Señorías,
El próximo 24 de noviembre se cumplirán precisamente 40 años del ingreso de España en esta Institución. Este aniversario nos invita a reflexionar sobre estas cuatro décadas y sobre el camino que estamos recorriendo hacia el futuro. Nos invita, sobre todo, a recordar que la democracia ha de ser preservada y perfeccionada en todo momento con determinación y constancia;  y con el firme compromiso de todos, puesto que a todos nos concierne y a todos nos ampara.

La democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley, como acabo de resaltar, son los tres pilares sobre los que se funda el Consejo de Europa, casa común de todos los europeos. Y la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político son los valores superiores que proclama la Constitución española de 1978 y que inspiran nuestra convivencia en democracia.

España, así pues, comparte con el Consejo de Europa fundamentos y propósitos. Unos y otros emanan del reconocimiento de la dignidad de la persona como premisa esencial e irrenunciable para la convivencia y la acción política y social. El reconocimiento y la protección de esa dignidad es el más alto legado de Europa. No debemos olvidar nunca que es esa la razón de nuestro propio ser, de nuestra propia identidad como europeos; y constituye una referencia fundamental para el progreso y para la misma dignidad del conjunto de la Humanidad.

Quiero, por ello, rendir en este acto mi sentido y profundo tributo a los fundadores de aquella Europa, largamente anhelada, surgida de los escombros de la IIª Guerra Mundial. Europa reconstruyó sus cimientos morales, políticos y jurídicos gracias a la lucidez y el tesón de una generación firmemente convencida de que el más alto sentido de humanismo y la democracia son los auténticos antídotos contra la tiranía y la dictadura, contra la opresión y la explotación de  los seres humanos.

Gracias a  esos cimientos, esta Institución es el motor que promueve, vela e impulsa los valores democráticos por caminos que recorren el continente. Y su vitalidad es un termómetro de la salud de la Europa cívica y democrática.

Señorías,
Hace 40 años, el corazón democrático de España  acompasó su latido con el corazón de la Europa aquí representada. En efecto, después del referéndum para la aprobación de la Ley para la Reforma Política, 1977 fue un año de extraordinaria relevancia política en la historia de España.

El 15 de junio de ese año se celebraron las primeras elecciones democráticas en las que el pueblo español, con su voto en libertad, lleno de ilusión y con una gran emoción y esperanza, abrió camino a la democracia en España, comenzando así una de las páginas más brillantes y transformadoras de nuestra reciente historia política.

El ingreso de España en el Consejo de Europa ese mismo año de 1977, un año antes, por tanto, de la aprobación de nuestra Constitución, supuso igualmente un respaldo muy importante para el éxito de nuestra transición política. En las palabras que dirigió a esta Asamblea en octubre de 1979, S.M. el Rey Juan Carlos quiso destacar −expresamente− el papel decisivo de esta Cámara en la adhesión de España al Consejo de Europa con una actitud –cito- “que en cierto modo rebasó moldes formales y temporales para hacer prevalecer la fe y la esperanza en el proceso de transición a la democracia en España”.

La democracia llegó a España de la mano de unos hombres y mujeres que apostaron generosamente por el entendimiento y el diálogo para superar enfrentamientos  y diferencias históricas en nuestro país, que hasta entonces parecían insalvables. Unos hombres y mujeres que dejando a un lado sus legítimas diferencias políticas, se pusieron de acuerdo en el propósito fundamental de dotar a su nuestro país de un régimen de libertades. Fueron, verdaderamente, “los españoles de la reconciliación”, cuya memoria y ejemplo hemos de honrar y perpetuar.

Y el Consejo de Europa supo incentivar y acompañar aquella empresa. Quiero por ello dejar constancia una vez más de nuestro reconocimiento a ese apoyo activo que resultó crucial para superar las dificultades en los primeros pasos de nuestro recorrido democrático y en nuestro reencuentro con la Europa de las libertades.

Los españoles somos europeos por identidad, por cultura, por historia y por geografía. Lo somos también por vocación y voluntad política. Nuestra Constitución de 1978 incorporó el acervo de derechos y libertades que había cristalizado en Europa Occidental desde el final de la IIª Guerra Mundial. El cumplimiento del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales está garantizado por nuestro recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional y por el sistema de demandas individuales ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La doctrina del Tribunal enriquece y fortalece nuestro Estado de Derecho. Y no quiero tampoco dejar de resaltar la importancia de la Carta Social Europea en materia de derechos económicos y sociales.

Desde que España se incorporó en 1977, otros 27 Estados se han adherido al Consejo hasta alcanzar la cifra de 47 miembros. Este hecho es un gran éxito de la democracia que debemos celebrar y valorar; es muestra y resultado de un proceso de reconocimiento, expansión y universalización de los valores democráticos en el que Europa ha sido un protagonista decisivo y ha ejercido un liderazgo indiscutible.

En el mundo globalizado del siglo XXI Europa debe seguir siendo un referente de libertades y de integración. Si permanecemos fieles a esos valores, Europa, como espacio de civilización, continuará siendo fuente de inspiración para otras regiones del planeta. Si, por el contrario, renunciamos a ellos, renunciaremos también a nosotros mismos, a lo que somos y nos define, a lo mejor que podemos aportar al mundo.

Señorías,
Los desafíos del mundo de hoy requieren más que nunca unidad y fortaleza de las instituciones democráticas. Atravesamos por un período histórico convulso e incierto, y la complejidad de las dificultades a menudo pone a prueba nuestras instituciones. Algunos efectos de la globalización producen desconfianza, inseguridad o retraimiento, mientras que incluso la convivencia se ha roto en muchas zonas del planeta por las guerras y por un terrorismo bárbaro y cruel.

"...hoy me cabe el gran honor de dirigirme a esta Asamblea para poner de relieve -y subrayar- el compromiso firme de España con el Consejo de Europa. Una Institución que encarna, representa y defiende nuestros mejores valores como europeos: la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley. Les agradezco muy especialmente su amable invitación en el contexto de este aniversario tan importante para los españoles y no menos relevante para la propia Europa y sus instituciones..."

En este contexto, la incertidumbre se ha apoderado de muchos ciudadanos europeos que se preguntan cuál es el mejor modo de responder adecuadamente a las amenazas a la paz y la seguridad internacionales; a las violaciones del Derecho Internacional y del Derecho Internacional Humanitario; a los riesgos que afectan a la vida sostenible en la Tierra o a los grandes desplazamientos de personas que huyen de las guerras, del terrorismo y la pobreza.

Ante este estado de ánimo es preciso afrontar los desafíos reflexivamente pero con decisión. La respuesta no puede consistir en dar pasos atrás o volver a un pasado que llevamos tiempo intentando superar; no vendrá nunca de la mano de acortar nuestra mirada, de contraernos, sino de ofrecer respuestas globales a retos que son globales ,con inteligencia y coraje, con generosidad y respeto.

Las medidas políticas ante los retos a los que nos enfrentamos deben anclarse en los valores y principios sobre los que se sustentan los sistemas democráticos. Debemos permanecer unidos, reafirmando los derechos y libertades y el imperio de la ley como sustancia vital e irrenunciable de la Europa política. La complejidad de esa realidad a la que nos enfrentamos no nos debe hacer olvidar que la democracia requiere conjugar emoción y razón, confianza y participación; precisa una actitud constructiva y un espíritu conciliador; demanda dialogo y contraste de pareceres sincero y riguroso y como consecuencia, responsabilidad en las decisiones.

Como representantes democráticos que son de nuestra patria común europea, les animo a hacer valer siempre la razón democrática que les asiste, desde la plena vigencia del Estado Democrático de Derecho como el instrumento más eficaz para hacer frente colectivamente a los desafíos contemporáneos.

Señorías,
La historia reciente de España brinda ejemplos de superación de graves problemas que, creemos, pueden servir como modelo de alcance global.

El terrorismo ha azotado nuestro país durante más de cuatro décadas con el objetivo de imponer su sinrazón totalitaria a los anhelos de convivencia pacífica de los españoles. Sin embargo, la integridad y la firmeza de la sociedad española unida a la fortaleza y la solidez del Estado de Derecho se han impuesto y han derrotado al terrorismo. En esta victoria, la dignidad de las víctimas del terrorismo, a partir del respeto y la honra de su memoria, constituye un ejemplo de coraje cívico que nos enorgullece como país y que merece toda la justicia y el mayor reconocimiento.

Y con determinación y constancia, no tengan duda, venceremos también a la amenaza terrorista que hoy golpea en numerosos lugares del planeta y requiere de grandes alianzas mundiales para hacerles frente con eficacia y coherencia. Los terroristas deben saber que no desfalleceremos en la lucha contra la barbarie; que tampoco descansaremos hasta que rindan cuentas por sus crímenes. Y que los valores que inspiran nuestra convivencia democrática prevalecerán frente al fanatismo, la intolerancia y la violencia.

Europa tiene también ante sí la responsabilidad de hacer frente a los grandes desplazamientos de personas, refugiados y migrantes, que huyen de la guerra, del terrorismo y de la pobreza extrema. Acogerles en la medida de nuestras capacidades para que puedan llevar una vida digna es un deber moral. Debemos también hacer cuanto esté en nuestra mano para propiciar las condiciones que les permitan retornar a sus hogares. Ello pasa por poner fin a los conflictos y por sentar las bases para que los enfrentamientos bélicos den paso a procesos políticos que desemboquen en sociedades inclusivas y democráticas, en las que no se atente contra la vida y la libertad.

Como he afirmado, aspiramos a que el respeto a los derechos fundamentales, rasgo constitutivo y consustancial a Europa, se extienda y arraigue con carácter universal. No podemos concebir la paz sin el disfrute de los Derechos Humanos.

Señorías,
España quiere seguir contribuyendo a una Europa próspera e integrada. Somos un país plural en el que nuestra Constitución garantiza los derechos y libertades de todos los ciudadanos con independencia del territorio en el que residan, al tiempo que ampara las culturas y tradiciones, las lenguas e instituciones propias de las nacionalidades y regiones que integran la Nación Española. De esa manera, el autogobierno de nuestras Comunidades Autónomas conjugado con el principio básico de igualdad de los españoles, enriquece nuestra convivencia.

La España democrática y constitucional, unida, plural y moderna, en la que todos los poderes del Estado emanan del pueblo español, que les confiere, precisamente, su legitimidad , es el mejor activo que podemos ofrecer para seguir contribuyendo a una Europa cada día más firme en la defensa de sus valores. Una Europa cuya fortaleza, desarrollo y progreso descansan en el respeto al Estado de Derecho como garantía de la convivencia en libertad de todos los ciudadanos europeos.

Señorías,
Quiero ahora -al concluir mis palabras- reiterar la confianza y la lealtad de España al proyecto europeo. Pese a las incertidumbres y temores, Europa sigue siendo una empresa ilusionante; y su capacidad de adaptación a los cambios, sin renunciar a sus principios, constituye la garantía de su mejor futuro en un mundo en permanente y profunda transformación.

España apuesta decididamente por una Europa más justa ante las desigualdades; una Europa más cohesionada y con mayores cotas de integración, ya sea en el seno de las estructuras de la Unión Europea, ya en las del Consejo de Europa. Y también, ante todo, apuesta por una Europa como proyecto de vida en común nucleado en torno al reconocimiento de la dignidad inalienable de todo ser humano. Porque Europa es algo más que un espacio geográfico definido por la historia. Es también un proyecto, una idea, algunos dirían que un sueño, en todo caso una empresa por la que vale la pena luchar por más que el camino pueda ser arduo.

España, que alumbró su primera constitución liberal en Cádiz en 1812, vive desde 1978 un fructífero período de desarrollo democrático que hemos recorrido desde sus inicios de la mano de esta Organización. El mismo empuje que movió en siglos pasados a los hombres y mujeres de España a abrirse a nuevos mundos nos lleva ahora a ofrecer lo mejor de nosotros mismos para que en la era de la globalización Europa siga siendo un referente de convivencia asentada en el respeto de la dignidad de la persona y de los derechos y libertades que le son inherentes.

Estos 40 años de singladura conjunta nos animan a construir con determinación y confianza, y también con ambición, un porvenir que garantice más libertad, más igualdad y más prosperidad a todos los ciudadanos europeos y a todos aquellos que vienen a buscar paz y seguridad entre nosotros. Tenemos que devolver a todos ellos la ilusión por Europa y lo que ésta representa.

Me gustaría que cuando se celebren los próximos 40 años, nuestro mejor logro sea que el mundo pueda mirarnos entonces a los ojos y reconocer que, pese a todos los retos a los que nos enfrentamos, fuimos capaces de seguir adelante. Que fuimos capaces de construir, entre todos, un espacio y un tiempo en el que merece la pena vivir. Que fuimos capaces de seguir haciendo realidad el sueño que idearon los fundadores de Europa, uniendo personas como anhelaba Jean Monnet y forjando una conciencia propia, como deseaba Salvador de Madariaga.

Contamos para ello con el Consejo de Europa y con esta Asamblea, que han sido y son un faro esencial de este recorrido. Este Consejo, esta Asamblea, Señorías, tienen en España un aliado, un amigo seguro en la defensa de la democracia, de los derechos humanos y de la libertad.

Muchas gracias.

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