Un año más la Princesa y yo tenemos la alegría de presidir la entrega del Premio Príncipe de Viana de la Cultura y lo hacemos con el mismo entusiasmo con el que siempre venimos a Navarra: comprometidos plenamente con esta Comunidad, con sus proyectos y desafíos, admirando siempre el impulso vital, el esfuerzo y el espíritu de superación que caracteriza a los hombres y a las mujeres de esta tierra. Muchas gracias por vuestro recibimiento y vuestra hospitalidad.
Una gratitud y un compromiso que personalmente os he tenido el gusto y el honor de transmitir desde hace ahora veinte años, cuando asistí por primera vez a esta singular y brillante ceremonia. Desde entonces ha sido constante mi participación en la entrega de este premio y en el tradicional Homenaje a los Reyes de Navarra que le sigue; y en cada ocasión en la que os he visitado, por este y otros motivos, ha ido creciendo con fuerza y con sinceridad mi afecto profundo, mi cercanía y mi sentimiento de pertenencia a nuestra querida Navarra.
Nos encontramos nuevamente reunidos en el recinto milenario del monasterio de San Salvador de Leyre, cuna del Reino de Navarra, exponente pionero y foco transmisor de cultura, de arte y de espiritualidad que sigue siendo un gran símbolo de la civilización heredada de nuestros antepasados que hemos mantenido generación tras generación, en Navarra y en el conjunto de España. Al mirar atrás podemos entender y admirar la extraordinaria herencia cultural recibida.
Pero la cultura no se agota naturalmente en la contemplación del pasado. Hoy nos corresponde potenciar la labor de los creadores, de quienes con criterios sólidos fruto del trabajo y de la reflexión conforman la cultura actual y abren nuevos caminos de vanguardia hacia el futuro.
Repasando la nómina de personalidades distinguidas con el Premio Príncipe de Viana a lo largo de los años, que comienza con José Goñi Gaztambide en 1990, constatamos el reconocimiento solemne que Navarra ha prestado a grandes aportaciones realizadas en ámbitos muy diferentes, desde las artes plásticas, la literatura y la música, a la ciencia, la arquitectura o la interpretación, como fue el caso del querido Alfredo Landa, al que recordamos todos con gran cariño y admiración sintiendo su fallecimiento el mes pasado.
Pero, a pesar de la diversidad y de las diferencias evidentes entre los veinticuatro galardonados habidos hasta hoy, subyace en todos ellos un denominador común: su afán por explorar, por ir más allá, por construir nuevos elementos y conceptos y por aportarlos al progreso común de la sociedad.
"...El reconocimiento a la cultura es siempre necesario y en momentos difíciles como los actuales exige esfuerzo y apoyo por parte de todos, la cultura de calidad es un bien que repercute en toda la sociedad e impulsa el progreso, el bienestar, la creación de empleo y la economía..."
El reconocimiento a la cultura es siempre necesario y en momentos difíciles como los actuales exige esfuerzo y apoyo por parte de todos. Por parte de las instituciones públicas que han de valorar, entre otras consideraciones, su dimensión formativa y su trascendencia en el prestigio y en la imagen de una comunidad; y también por parte de los demás agentes que deben esforzarse en realizar cada vez mejor su tarea. Me refiero a los creadores e investigadores, a las entidades que gestionan o colaboran en la promoción de la cultura y a los ciudadanos. La cultura de calidad es un bien que repercute en toda la sociedad e impulsa el progreso, el bienestar, la creación de empleo y la economía.
Es evidente, en suma, la importancia y lo rica que es la cultura en toda España, tanto en sus vertientes de creación artística y de desarrollo del pensamiento, como en lo que se refiere a la consideración y la divulgación de los valores que sustentan nuestra forma de vivir y de actuar.
En este año 2013 el Premio Príncipe de Viana ha recaído, a propuesta del Consejo Navarro de Cultura, en un filósofo y ensayista muy destacado y de renombre internacional cuyo perfil encaja perfectamente en el del profesional comprometido con su tiempo y con la sociedad en la que vive: Daniel Innerarity.
Innerarity, a través de sus ensayos, artículos y conferencias, nos ofrece el brillante fruto de sus reflexiones basadas en un profundo saber de la historia del pensamiento y en un conocimiento minucioso de la realidad que conforma el mundo en que vivimos. Lo hace en un lenguaje claro y directo, comprensible para todos, y con un espíritu moderado y positivo.
Sus aportaciones en materia de pensamiento político despiertan un interés creciente, no sólo en nuestro país, sino también en el ámbito internacional por la agudeza de sus análisis y la coherencia de sus propuestas. Innerarity nos habla de transformar la política, de reinventar la ciudadanía democrática e instaurar la gobernanza como una forma consensuada de adoptar las decisiones. Nos habla también de la transparencia necesaria de las acciones públicas y de sus límites, así como de la globalización, los sentimientos sobre nuestra pertenencia a Europa, el fenómeno de Internet o el importante papel que a los profesionales de la comunicación les puede corresponder en la sociedad a la que debemos tender. Todos ellos son temas del mayor interés y oportunidad en el momento actual.
Quiero, pues, felicitar con la Princesa a Don Daniel Innerarity por este premio que le otorga Navarra, la tierra en la que vive, en la que se doctoró en Filosofía y cuya vitalidad y pluralidad ponen a su disposición un magnífico campo de estudio para profundizar en sus análisis.
Le deseo de corazón que el aprecio de sus paisanos que se refleja en este Premio contribuya a divulgar y prestigiar aún más su destacada obra y le sirva también como estímulo para seguir, muchos años más, trabajando y aportando ideas valiosas al conjunto de la sociedad para superar esta situación complicada que atravesamos y consolidar, en cualquier circunstancia, los grandes valores de la democracia.
Muchas gracias.