E
s para mí una gran satisfacción visitar de nuevo la sede de la UNESCO para asistir a una Mesa Redonda relacionada con las microfinanzas y el desarrollo de las microempresas, como ya hiciera en otra ocasión en el año 1996.
Si aquella vez la reunión estuvo destinada a apoyar a las tejedoras de Bangladesh, hoy se dedica a las tejedoras de Iberoamérica. El paso del tiempo nos pone de manifiesto que la imparable idea de la solidaridad basada en la filosofía de los microcréditos, que alumbrara hace ya veinte años el Profesor Muhammad Yunus en Bangladesh, no tiene fronteras físicas, étnicas, comerciales ni ideológicas.
En los últimos años los conceptos tradicionales en que se basaban las teorías del desarrollo han experimentado un cambio trascendental. Actualmente los criterios cualitativos, que tienen tanta vigencia e importancia como los cuantitativos, hacen que las tareas que realizan las mujeres indígenas y rurales constituyan una vía eficaz para derribar la muralla de la pobreza, que separa a los más necesitados del resto de la comunidad.
La importancia del microcrédito como instrumento para promover progresos en el nivel de vida de la población más desfavorecida del sistema económico es vital. Conceder microcréditos es dar para construir, no sólo desde un punto de vista material, sino espiritual y anímico. Posibilitar el acceso al crédito a escala reducida sirve tanto para realizar pequeñas inversiones y mejorar la capacidad económica, como para alcanzar la conquista y perfeccionamiento de la dignidad del ser humano.
La filosofía del microcrédito tiene un valor añadido inestimable, ya que permite contemplar de forma efectiva la igualdad de sexos como objetivo fundamental del desarrollo. En este sentido, y como ya indiqué en mi intervención en la Cumbre del Microcrédito celebrada en Washington del 2 al 4 de febrero de 1997, el microcrédito se está convirtiendo en una formidable palanca de progreso económico y social que ha permitido rescatar derechos que parecían olvidados.
El hecho de que el Fondo de Concesión de Microcréditos ascienda para el año 1999 a doce mil millones de pesetas, es buena prueba de que España está seriamente comprometida con esta clase de programas, instrumento ideal para un desarrollo armónico de dimensión humana, como el que puedan constituir las tejedoras indígenas y rurales de Iberoamérica.
La Fundación que lleva mi nombre está firmemente comprometida con esta idea de desarrollo. Fruto de ello son los proyectos que actualmente ejecutamos en Perú, en los departamentos de Cusco y Cajamarca, en colaboración con UNICEF España.
En estos proyectos, la concesión del crédito a las familias beneficiadas está condicionado a unas reglas absolutamente irrenunciables: que todos los niños menores de un año estén protegidos con todas las vacunas, que los niños y niñas asistan regularmente a la escuela y que las mujeres gestantes tengan al menos tres controles prenatales, además de aquellas otras que la comunidad decida establecer en función de sus características sociales e idiosincrasia.
Con esta orientación el microcrédito adquiere una nueva dimensión, por cuanto combina progreso y educación, factores imprescindibles para que las familias beneficiarias avancen en la conquista del bienestar.
No quiero terminar sin expresar mi apoyo más sincero a las mujeres indígenas y rurales, que con su labor están contribuyendo a la mejora de las condiciones económicas de su familia y de la sociedad en general.
Su trabajo artesanal, lleno de tradición y transmitido de generación en generación, las convierte en promotoras del patrimonio cultural de sus comunidades y de la humanidad en general.
Muchas gracias.