C
on mucho gusto vengo a presidir este acto y a unirme al homenaje que en él se rinde al Profesor Díez del Corral, con el testimonio de mi admiración y gratitud por aquellas inolvidables tardes de Seminario en la Facultad que fue suya y donde tuve la suerte de conocerle y escucharle.
Al comenzar mi carrera universitaria, en 1984, el Profesor Díez del Corral había pasado a la jubilación desde hacía dos años, pero su recuerdo y la impronta que había dado a su asignatura, la "Historia de las Ideas y de las Formas Políticas", permanecían muy vivos en el ámbito estudiantil. Se la consideraba rigurosa y exigente, un "hueso", en una palabra, pero a la vez se reconocía su importancia y la excelencia con la que se impartía.
Muy pronto tuve ocasión de contrastar con la realidad ese aura que rodeaba a las "Ideas", como popularmente se la llamaba. El esfuerzo de preparar un programa tan denso se compensaba con la comprensión que procuraba y, muy especialmente, por la fortuna de poder conocer a personas como don Luis.
En el Seminario de "Clásicos Políticos", que dirigía Carmen Iglesias, y en el que participé casi semanalmente durante los cinco años de carrera, tuvimos oportunidad de gozar de su presencia y sus palabras sobre Tocqueville, Europa u otros temas clásicos para los que se le reclamaba.
Siempre fue un placer escucharle y estar con él. Su afabilidad, su claridad de pensamiento, su entusiasmo intelectual por lo que decía, dejaron en quienes le oíamos una huella imborrable, pues, como ya se ha dicho tantas veces, fue más que profesor: fue un maestro que intentaba transmitirnos el entusiasmo por el conocimiento, la emoción por la apertura al mundo y el riesgo intelectual, el cuidado por las cosas bien hechas.
Sus páginas me han acompañado, como a tantos alumnos y discípulos, en varias ocasiones: En mi estancia posterior en Estados Unidos, el libro de Tocqueville y las reflexiones de don Luís sobre "La democracia en América" fueron una buena y primera guía para adentrarme en la compleja, plural y apasionante sociedad americana. Durante el viaje fin de carrera de 1989, que hicimos por Italia, revivimos algunos temas muy queridos por él y que trató en sus libros sobre "La Monarquía Hispánica" y su relación con Italia y "Velázquez e Italia", o en sus escritos sobre el arte antiguo. A lo largo de mis frecuentes visitas a Hispanoamérica, ciertos capítulos de su libro de viajes "Del Nuevo al Viejo Mundo" han servido para proporcionarme claves que de otro modo hubieran podido pasar inadvertidas.
Y, en fin, el recuerdo de su persona, de su liberalismo y humanismo, que aquí hemos oído glosar de una manera tan rigurosa y al tiempo tan emocionada, permanece como el magisterio ejemplar que siempre nos acompañará.
Junto con mi sincera felicitación por la edición de estas impresionantes "Obras Completas" en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, al que estuvo tan unido por distintos motivos, quiero también reiterar mi afecto sincero a su familia y alentar en su labor a los discípulos que han hecho posible la prolongación en el tiempo de la memoria de uno de nuestros mejores intelectuales de la segunda mitad de este siglo. Las obras que hoy presentamos constituirán de por siempre un legado de inestimable valor para las generaciones que sigan su excelsa trayectoria.
Muchas gracias.