S
eñor Presidente,
Recibo con profunda emoción esta distinción, que acepto como un honor del que me siento particularmente orgulloso.
Al agradeceros la Gran Cruz de la Orden de los Caballeros de Rizal que acabáis de entregarme, asumo con convicción los compromisos de paz y de progreso que esta condecoración implica, y hago votos porque el nombre cuyo destino nos separó en otro tiempo sea ahora y en adelante fermento de concordia y signo de un mañana mejor para nuestros dos pueblos.
Este es el objetivo que Rizal quiso y no pudo conseguir, y, por tanto, el mejor homenaje que al cabo de un siglo podemos rendir a su memoria.
El Dr. Rizal es hoy símbolo eminente de valores compartidos que deben llevarnos, a filipinos y a españoles, a mirarnos "sin ceño, sin arrugas, sin manchas de rubor", como rezan los versos de su "Ultimo Adiós".
Al hilo del tiempo, hemos aprendido y hecho nuestras las lecciones del pasado. Las asumimos con valentía y sin mutuos recelos, para edificar sobre ellas la historia del presente, que vuelve a ser nuestro.
Esta es la hora de no demorarnos en las penas de ayer, que no podemos cambiar, sino más bien de construir juntos el futuro que nos corresponde.
Para lograrlo os traigo el afecto de todos los españoles, a quienes hoy habéis querido honrar en mi persona, y la convicción de que los vínculos que tanto tiempo nos unieron no se han extinguido, sino reforzado y madurado.
Ojalá que los sentimientos que aquí renovamos, y que he tenido la satisfacción de expresaros en numerosas ocasiones, fructifiquen en la realidad que deseamos y merecemos.
Muchas gracias.