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Palabras de S.M. el Rey en la inauguración del Segundo Foro La Toja – Vínculo Atlántico

La Toja. Pontevedra, 01.10.2020

Alégrame de corazón volver a esta benquerida terra galega para asistir á segunda edición deste encontro que, a través do diálogo e desde a identificación dos nosos intereses comúns, busca afrontar os desafíos do noso tempo de xeito conxunto. Agradezo moito ó Presidente da Xunta de Galicia a súa acollida e as súas palabras.

El Foro la Toja, como saben, nació el año pasado −yo tuve el privilegio de ser testigo de ello− y lo hizo con una clara vocación atlántica, como corresponde al lugar donde nos encontramos y que le da su nombre. Esta isla acogedora y este encuentro nos hacen sentir de alguna manera como tripulantes de una nave bien pertrechada para zarpar hacia un futuro de progreso; y hacerlo junto a otras naciones con las que formamos equipo y compartimos geografía, historia, valores y principios.

E torna-se natural dizer aqui, ao lado do Presidente Rebelo de Sousa, que em todas as conversações entre Portugal e Espanha, o Atlântico será sempre um eixo fundamental da nossa projeção e da nossa forma de estar no mundo. Senhor Presidente, seja bem-vindo, e obrigado hoje pela sua presença entre nós e sempre pela sua amizade e demonstrações de afeto sincero para com Espanha.

Tanto Portugal como España somos naciones europeas y americanas. Sin América, tan presente en nuestra Historia, seríamos otra cosa, mucho menor sin duda. Con América nuestras culturas se ensanchan hasta hacerse universales. Pero también se mezclan con otras, transformándose en culturas afines pero distintas, orgullosamente americanas, en un proceso de creación colectiva impulsado y propiciado históricamente.

A aquellas grandes iniciativas de alcance ultramarino nuestros antepasados las llamaron empresas. Siglos después, las empresas, ya en su acepción económica y productiva más extendida actualmente, han adquirido dimensión internacional gracias a su apuesta estratégica por la inversión en las Américas.

Y lo digo en plural porque, en una primera fase nuestras firmas se instalaron en Iberoamérica, para pasar a formar parte de su tejido económico en beneficio de las sociedades a ambos lados del Atlántico. Pero en la última década, hemos sido testigos de las crecientes inversiones de nuestras empresas en los Estados Unidos, demostrando así su capacidad para competir con éxito en la principal potencia económica mundial.

El Atlántico es, por tanto, parte integral de nuestra civilización y de nuestra economía. Pero es también el espacio central de nuestra seguridad colectiva. La seguridad europea y la seguridad norteamericana están estrechísimamente imbricadas porque una parte no se siente del todo segura si la otra no lo está también. Y esta es la premisa básica de la Alianza Atlántica, en la que España y Portugal participamos como aliados convencidos y comprometidos.

Ahora la OTAN ha abierto un proceso de reflexión sobre su futuro para adaptarse a los nuevos desafíos de seguridad, que pueden proceder tanto de actores estatales como no estatales, pero también vinculados con amenazas como la pandemia que ahora vivimos o los efectos del cambio climático, entre otros…

Igualmente, es preciso adecuar los medios a las nuevas realidades tecnológicas. Pensemos que cuando se creó la Alianza, sus ámbitos se centraban en tierra, mar y aire, y en un énfasis particular sobre la amenaza nuclear. La nueva realidad exige añadir otros dos fundamentales: el espacio y el ciberespacio.

Pero la seguridad no es una dimensión independiente de nuestra identidad política. Por el contrario, es indisociable de nuestros valores ya que su razón de ser es precisamente su protección y, en definitiva, la de nuestro modo de vida. Y me refiero a valores que son de alcance universal pero que se plasmaron por vez primera en Europa y en América en las Constituciones, auténticos pactos entre ciudadanos.

"...nuestras fortalezas se centran en tres ejes: nuestra democracia, nuestra modernidad y nuestra ciudadanía. España es una democracia consolidada y plena, comprometida con los derechos humanos. Somos un país que mira al futuro con un capital humano y empresarial cualificado, dotado de infraestructuras modernas y con multinacionales reconocidas en sus respectivos sectores..."

Nos referimos desde luego a la libertad y la igualdad, y también, por decirlo con la memorable fórmula clásica, a la fraternidad. Pero hay valores contemporáneos que responden a nuevos retos que hay que tener muy en cuenta, como son por ejemplo el respeto al medio ambiente y el derecho a la privacidad en el ámbito digital.

La lucha contra el cambio climático, debe seguir centrando todos los esfuerzos para que las generaciones futuras puedan desarrollarse en un entorno equilibrado y sostenible; así como la utilización racional de los recursos es un principio clave y una medida esencial para impulsar el progreso económico. Y ambas cuestiones, son de impacto universal y lo afectan y condicionan todo: la producción, el consumo, la salud, los usos y costumbres de cada comunidad, el comercio, la política, la geoestratégia… en fin… todo.

La tecnología, debe ser, pues, una herramienta siempre orientada a asegurar el bienestar de las personas y a solucionar problemas, no una causa de desigualdad, exclusión o un instrumento que pueda lesionar el derecho a la intimidad personal o familiar, o el de acceder a información veraz y contrastada.

Contemplamos la salida de esta crisis vinculada con el covid, no como un imposible regreso a como estábamos a principios de este año sino como una oportunidad de transformación sobre la base de economías verdes y digitales. Y este impulso deberá ser en todo caso inclusivo porque no se puede desarrollar una sociedad con valores y cohesión social si falta la equidad. No hay recetas mágicas para superar esta crisis. Para hacerlo, España cuenta con activos que la sitúan entre los países más avanzados en el mundo. Somos una de las veinte democracias plenas del mundo según destacados medios e índices internacionales, y la decimotercera economía del planeta.

Nuestras fortalezas se centran en tres ejes: nuestra democracia, nuestra modernidad y nuestra ciudadanía. España es una democracia consolidada y plena, comprometida con los derechos humanos. Somos un país que mira al futuro con un capital humano y empresarial cualificado, dotado de infraestructuras modernas y con multinacionales reconocidas en sus respectivos sectores.

La nuestra es una sociedad avanzada que no se olvida de sus tradiciones, que goza de una lengua y una diversidad lingüística y cultural reconocidas en todo el planeta y que proyecta valores como la solidaridad, la seguridad y la tolerancia. Valores no solo para épocas de bonanza, sino también de crisis como la que estamos viviendo.

La España de 2020 es una economía internacionalizada, cuyo sector exterior ha sido determinante en la recuperación de los últimos años. Y este sector exterior está llamado a ser, nuevamente en esta ocasión, un potente y principal motor de crecimiento. El duro efecto de la pandemia no nos puede arredrar sino todo lo contrario, debe estimularnos a mantener el rumbo de la proyección al mercado mundial; y a hacerlo en paralelo o simultáneamente con la atención a tantas necesidades vitales urgentes dentro de nuestro país en el tiempo que nos queda por delante de crisis y de recuperación.

España posee, además, como señalaba, una cultura con capacidad de proyección, con un rico patrimonio cultural y una lengua en creciente expansión. El español, la lengua común de nuestra España diversa y multilingüe, es el segundo idioma más hablado de todo el mundo de forma nativa, con 483 millones de hispanohablantes repartidos por más de 30 países. También se ha convertido en el tercero más usado en Internet y es una de las lenguas que ejerce mayor atracción en el ámbito estudiantil: casi 22 millones de personas están aprendiendo a utilizarla en 110 países.

Por otra parte, España es el tercer país con más patrimonio mundial reconocido por la UNESCO.

Por todo ello, España asume una responsabilidad en el diseño de la arquitectura internacional del futuro, con la voluntad de contribuir a la superación de esta crisis mediante la renovación y el fortalecimiento de los foros multilaterales; y en coordinación con nuestros socios para que el comercio, el sistema financiero internacional, la sanidad, los flujos migratorios o el medio ambiente se gestionen siempre teniendo presente el interés general y el bien común.

Señoras y señores,
España es un país europeo que reconoce la importancia de la integración para la estabilidad política y la prosperidad social y económica, que se proyecta de forma natural hacia el Mediterráneo y que, con Portugal, contribuye a articular en el Atlántico la gran familia iberoamericana, que hoy también sufre los efectos de la pandemia global. Ante esta realidad, España y Portugal expresan su más firme solidaridad y su compromiso por contribuir de forma eficaz a la superación de esta situación.

En este Foro que hoy nos convoca en Galicia vais a abordar, al más alto nivel, las respuestas a los desafíos que, en múltiples ámbitos, nos plantea la actual crisis mundial. Estoy seguro de que el trabajo riguroso y comprometido de todos los participantes, fruto de un intenso diálogo e intercambio de ideas, aportará claridad, pautas y posibles líneas de actuación ante una realidad compleja que pone de relieve la cada vez mayor interdependencia en nuestro mundo.

Muchas gracias / Moitas grazas / Muito obrigado.

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