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uevamente en Zaragoza, ciudad tan querida para mí, tengo en esta ocasión la grata oportunidad de acompañarles a todos ustedes presidiendo este acto de la Cámara de Comercio. Al hacerlo, saludo en ella a una institución imprescindible en el panorama económico de esta comunidad y de su Capital.
Por las circunstancias de su fundación, la evolución de su trayectoria, y el talante de sus asociados, la Cámara de Comercio de Zaragoza es un ejemplo vivo de un proyecto de progreso, que los empresarios aragoneses están protagonizando con especial dedicación, y a la que deseamos el éxito que merece.
Como bien destacaba el Presidente de la Cámara tradición y modernidad se dan la mano en la celebración que hoy nos reúne, y que con gran acierto habéis querido vincular al nombre y la obra de Basilio Paraíso, ilustre representante del movimiento regeneracionista, que puso las bases del desarrollo de la España contemporánea, y tuvo en esta tierra particular arraigo y decididos impulsores.
Este mismo espíritu fue el que presidió la creación de las Cámaras de Comercio, como instituciones dirigidas a impulsar las reformas necesarias para incrementar la prosperidad de nuestro país.
En este escenario de modernización progresiva, la Cámara de Comercio e Industria de Zaragoza, como bien sabéis, se benefició en gran medida del singular empuje del aragonés admirable que fue Paraíso. La Cámara tiene con él una deuda que hoy tan justamente reconoce, honrando la figura de aquel hombre que, desde sus modestos orígenes, se hizo a sí mismo y llegó a ser un empresario moderno, con gran vocación innovadora y francamente comprometido con la sociedad de la que procedía, y a la que dedicó su vida y esfuerzos. Fue un gran acierto del Comercio y la Industria ponerlo al frente de la joven Cámara de Zaragoza y mantenerlo en esa presidencia durante un cuarto de siglo.
Cuando Basilio Paraíso creó su empresa, en 1876, aún faltaban diez años para que el Estado diese naturaleza pública a las Cámaras. Y ya habían nacido más de la mitad de las empresas zaragozanas a las que hoy reciben vuestro justo reconocimiento, la más antigua de las cuales se remonta a 1852. Muchas de ellas son realidades hace tiempo consolidadas, y referencias ineludibles de la estructura económica aragonesa.
Y todas las que hoy distinguís son testimonios casi familiares, fotografías de una historia cotidiana y continuamente renovada, ejemplos de buen hacer, de capacidad de adaptación, de vocación emprendedora, y de la tenacidad y perseverancia que ha hecho justamente famosos a los aragoneses, virtudes que yo conozco y admiro bien, como también hacen todos los españoles.
Estas merecidas recompensas entrañan sobre todo un valor emocional, sentimental e histórico. Pero además, el Premio?Basilio Paraíso? quiere singularizar la virtud de la excelencia. Y ha decidido conceder este galardón a Opel España, por mucho más que su tamaño y su capacidad de producción. Se distingue a esta empresa por su función ejemplar en diversas facetas, todas ellas de mucho interés económico, social y cultural. Opel España ha aportado un espíritu que lucha activamente por la innovación, la calidad, el esfuerzo en equipo, la seguridad de las personas, el cuidado del medio ambiente natural y el mecenazgo cultural, y que se ha traducido en actividades muy beneficiosas para el patrimonio artístico y monumental de Zaragoza.
Estos premios dan testimonio del papel de las Cámaras de Comercio, y de su contribución a la mejora de nuestra convivencia. De su dedicación a los intereses de sus asociados, y, a través de ellos, a los generales de nuestra economía y de su capacidad de adaptación a las exigencias de nuestra época. Promoviendo constantemente el estudio, la información, la certificación, el arbitraje, el estímulo de la actividad exportadora y, sobre todo, la identificación con una tarea común, y la búsqueda de los medios e instrumentos necesarios para hacerla cada vez más efectiva.
Mi más cordial enhorabuena a cuantos reciben hoy estas distinciones, y mi felicitación a la Cámara de Comercio zaragozana por este justo homenaje, que ofrece a empresas históricas y actuales, por su antigüedad, por su empuje o por ambos a un tiempo. Porque es cierto que se hace historia con los años, pero también con la voluntad de hacerla, con el deseo de cambiar el curso de las cosas para que vayan a mejor.
Lo que hacéis es una forma insustituible de construir el futuro. Un futuro que, con vuestro ejemplo, aparece lleno de optimismo y de fuerza en el horizonte de Zaragoza, de Aragón y de España. Por ello, junto con mi enhorabuena, recibid mi admiración sincera y mi cordial gratitud. Muchas gracias.