P
ermítanme que les dirija unas breves palabras cuando vamos a disfrutar de esta cena en La Casa de América, institución querida que tantos buenos servicios presta a nuestra proyección hacia el otro lado del Atlántico y a nuestros hermanos americanos en sus intereses, tanto en España como en el resto de Europa.
Celebro mucho tener ocasión de reunirme con ustedes en el Seminario España-Alemania, tan interesante por la calidad de sus protagonistas, su sinceridad intelectual y los temas que aquí se están tratando.
Les felicito por haber diseñado esta reunión con una perspectiva europea. La Europa Unida es la gran tarea histórica que hoy nos toca realizar y a la que debemos dedicarnos sin escatimar talentos ni esfuerzos.
Alemania tiene, no hay que insistir en ello, un papel central en la construcción europea. España es, por su población y su producto interior bruto, el quinto país de la Unión, y seguirá siéndolo tras la próxima ampliación. Nuestros dos países son aliados naturales, y aun indispensables, en un proceso que puede decirse inauguramos juntos hace ya casi cinco siglos, con mi antepasado y nuestro común Soberano el emperador Carlos.
Acercar nuestras perspectivas es, por tanto, un deber y sobre todo una necesidad, que se convertirá a largo plazo en garantía de estabilidad y progreso del proyecto que compartimos con nuestros socios europeos.
Éste es, no puede ser otro, el de avanzar en el camino de nuestra unidad para intentar hacernos oír con una sola voz, en todos los campos y debates esenciales del próximo siglo; los que han elegido ustedes como temas de estas sesiones: el de nuestra estructura y cometidos, la política exterior y de seguridad, la investigación y el desarrollo, y los conceptos y valores éticos y culturales. Sin olvidar, el de nuestras relaciones externas en el contexto de un mundo globalizado, donde les agradezco hayan reservado un lugar propio a las que hemos de tener, y permítanme añadir que no sólo en el ámbito económico, con Iberoamérica.
En esta única voz europea, puede parecer repetitivo pero no por ello podemos dejar de decirlo, debe sonar con especial nitidez la nota de la democracia, desde luego como régimen político, pero además como un sistema y un carácter que nos define y en torno al cual nos hemos ido articulando, poco a poco, como europeos.
La democracia tiene muchas claves: liberalidad y respeto mutuo, comunidad de derechos y libertades, participación e iniciativa, igualdad de oportunidades, y también, como demuestran experiencias no tan lejanas, firmeza en las convicciones y energía para mantenerlas, defenderlas y acrecentarlas.
Tenemos, finalmente, que combinar con valentía tradición e innovación. Venimos de un pasado que nos enorgullece, tenemos raíces que nos alimentan y aseguran. Pero el peso de la Historia no ha de ser una rémora, sino un estímulo para abrirnos un nuevo horizonte y escribir, con pasión y eficacia, un capítulo inédito de nuestra trayectoria.
Termino felicitando a nuestros amigos alemanes, a los participantes españoles, al embajador Wegener y al presidente de INCIPE, José Lladó, por esta iniciativa urgente, necesaria y oportuna. Urgente, porque no podemos perder un solo día en precisar cara al mañana nuestro pensamiento y punto de partida. Necesaria, porque quienes nos sucedan no nos perdonarían si dejamos pasar esta oportunidad que, creo yo, sólo se concederá una vez a nuestra generación. Y finalmente oportuna, por el momento tan importante que vivimos ante el nuevo gobierno alemán, las próximas ampliaciones, la agenda 2000 y los acontecimientos internacionales que ocurren a nuestro alrededor.
Muchas gracias.