L
a tradición cultural europea, revitalizada en este final del siglo XX por nuevos lazos políticos y económicos, tiene en Santiago de Compostela uno de los centros que más decisivamente contribuyeron a su formación y su difusión. El descubrimiento de la tumba del Apóstol, a principios del siglo IX, fue un acontecimiento capital en la historia de Occidente y dio lugar a una vía de peregrinación en la que, durante siglos, convivieron y se enriquecieron las culturas de todas las naciones de Europa.
Este Camino, que tanto aportó a la configuración de la cultura europea, tenía en Santiago su meta y su destino, el lugar en el que confluían los sueños de los peregrinos, y con ellos sus lenguas, sus tradiciones culturales y sus propias manifestaciones artísticas.
Pero no sólo debemos apreciar la dimensión europea del Camino de Santiago. Desde sus mismos orígenes cumplió también un papel esencial en la vertebración y la cohesión de España, al poner en contacto a gentes de todos sus rincones y contribuir a que se forjara en ellos la conciencia de que pertenecían, y pertenecen, a una misma Nación.
Santiago de Compostela, fiel a su historia, sigue acogiendo, año tras año, a los peregrinos españoles y de todas las partes del mundo que acuden a ella para cumplir su compromiso con el Apóstol Santiago y para disfrutar de sus maravillas artísticas y su talante hospitalario.
La sugestión permanente de Santiago de Compostela se alimenta de la labor de todos los ciudadanos y de las instituciones que, colaboradoras en ese designio común, constituyeron este Real Patronato con la finalidad de encauzar los empeños para el engrandecimiento y el desarrollo armonioso de la ciudad; un Real Patronato que mantiene su firme vocación de continuidad, como lo prueba esta reunión que hoy celebramos.
Esta es una buena ocasión para continuar con la tarea y concluir la preparación del último año jubilar del siglo en 1999, en el que se harán visibles los esfuerzos que están llevando a cabo todos los integrantes de este Real Patronato.
Al año jubilar de 1999 se une otro hecho de gran importancia, como es la Capitalidad Cultural Europea de Santiago de Compostela para el año 2000, que atraerá aquí un conjunto añadido de personas y acontecimientos derivados de tan importante designación.
Es indudable que la capitalidad cultural, compartida con otras ciudades de Europa, además de tener aspectos muy importantes de carácter turístico y económico, viene a servir de punto de conexión entre la tradición secular del peregrinaje a esta histórica ciudad y su integración en la Europa que va a nacer con el nuevo siglo.
Estoy convencido de que, mediante los diversos programas que se preparen para estos eventos, se fortalecerá el Patrimonio Histórico único que constituyen el Camino y la Ciudad de Santiago de Compostela. Un patrimonio que hemos recibido de nuestros antepasados y que hemos de legar a las generaciones venideras; un patrimonio que las actividades emprendidas por este Real Patronato enriquecerán con aportaciones que han de contribuir al estimulante afán, en el que todos debemos sentirnos partícipes, de preparar la ciudad de Santiago de Compostela del próximo milenio.