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ajestad, a la satisfacción que sentimos siempre los españoles cuando venimos a Marruecos, se suma hoy la intensa emoción, que compartimos todos, de asistir a un acto de alcance histórico: la firma del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación entre España y Marruecos.
El Tratado ha de significar un salto cualitativo en nuestras seculares relaciones. Es la expresión solemne de la voluntad compartida de nuestros gobiernos y de nuestros pueblos, para dar un paso adelante decisivo hacia la nueva era que se va perfilando. Una nueva era en la que la cooperación internacional se irá convirtiendo en el instrumento prioritario para alcanzar el pleno desarrollo social de los pueblos y la consagración definitiva de los derechos y libertades fundamentales.
España y Marruecos están participando de manera activa en distintos procesos de integración regional que se relacionan estrechamente. La trabazón que se va a establecer entre los dos países mediante este Tratado, se inserta en esa relación y cobra valor emblemático para las relaciones futuras entre las Organizaciones regionales a las que pertenecemos.
El Tratado que hoy firmamos viene a simbolizar un enlace permanente entre nuestros pueblos y, por lo tanto, entre nuestros continentes, separados por un exiguo brazo de mar, a semejanza del magno proyecto del Enlace Fijo para el que en estos momentos, ingenieros, científicos e investigadores de nuestros países, unidos en un esfuerzo de cooperación, llevan a término un intenso trabajo preparatorio.
Mientras, se multiplican otros proyectos que cimentan físicamente nuestra relación, algunos de gran envergadura industrial y significación estratégica.
La reciente crisis del Golfo ha puesto nuevamente de relieve esta interdependencia. Nuestros gobiernos -aunque con matices diferentes- compartieron la necesidad de defender los principios de la legalidad internacional y de exigir el respeto del derecho. De este doloroso conflicto nuestras relaciones bilaterales supieron extraer una lección positiva.
Nuestras sociedades percibieron su proximidad y asumieron la ineludible necesidad de instaurar un nuevo marco de cooperación. Marruecos y España no podían alejarse el uno del otro por estos trágicos acontecimientos, sino servir de impulsores y catalizadores de una nueva dinámica mediterránea.
Las relaciones entre nuestros dos países han avanzado decisivamente en los últimos años. La visita de Estado efectuada a España por Vuestra Majestad, en septiembre de 1989, fue el más claro exponente del nuevo clima de cordialidad y amistad.
En las conversaciones que se mantuvieron entre los dos gobiernos, germinó la idea de buscar un marco institucional a la relación bilateral, siguiendo una pauta que se está generalizando entre países vecinos o con intereses comunes de gran entidad: se decidió mantener reuniones de alto nivel alternativamente en España y Marruecos.
Un paso más en esta dirección fue dado con motivo de la visita a Marruecos del Presidente del Gobierno español en diciembre último. En la declaración conjunta publicada al término de la reunión, se anunciaba la decisión de concluir entre ambos países un Tratado que recogiera y enmarcara la especificidad de nuestra relación.
El Tratado que hoy se firma descansa en tres pilares: en primer lugar, la enunciación de los principios que, a juicio de las dos partes, deben informar sus relaciones. Se trata de principios que han sido definidos ya, parcial o totalmente, en otros instrumentos internacionales, pero que merecen precisarse para encauzar las relaciones bilaterales en la forma más adecuada: legalidad, igualdad, no intervención, no uso de la fuerza, arreglo pacífico de controversias, cooperación para el desarrollo, derechos humanos y libertades fundamentales y diálogo entre culturas.
El segundo pilar es la confirmación de nuestras excelentes relaciones bilaterales mediante la alternancia de reuniones a distinto nivel de representantes de los sectores políticos, administrativos, empresariales, culturales, etc.
El tercer pilar define los campos de la cooperación en los distintos sectores. Es altamente satisfactorio comprobar cómo, gracias a los impulsos recibidos, asistimos a un crecimiento, en algunos casos espectacular, de nuestros contactos. No sólo en los aspectos más visibles, como las inversiones o los intercambios comerciales, sino también en el mundo de la cultura.Hemos sido testigos de las reiteradas manifestaciones de Vuestra Majestad en favor de una intensificación de la presencia cultural española en Marruecos y para lograr, igualmente, un mayor conocimiento de la lengua árabe en nuestro país. Entre estos esfuerzos, destaca la presencia significativa, en los medios de comunicación de Marruecos, de la lengua y la cultura españolas.
También será demostración palpable de esta voluntad de realzar la conexión entre los dos países en todos los órdenes, la presencia en la Exposición Universal de Sevilla de un pabellón de Marruecos que habrá de contarse, sin duda, entre los más hermosos de la muestra y con vocación de permanencia.
Séame permitido, Majestad, expresar mi esperanza de que el acto que celebramos hoy sea el pórtico de un largo período de convivencia y cooperación fructífera entre nuestros países, a la medida de lo que requieren nuestras tradiciones y nuestros anhelos de prosperidad y bienestar para nuestros pueblos.
Muchas gracias.