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ltezas Imperiales,Presidente del NikkeiCopresidentes del Seminario España-JapónSeñoras y Señores,
Desde su origen, y en su esencia, la diplomacia ha constituido el intento de conducir las relaciones entre los Estados de una forma civilizada, de dialogar para que la percepción que cada cual tiene de la realidad se aproxime a un terreno de encuentro en el que germine el mutuo provecho.
Hoy en día, en la medida en que la sociedad internacional va desterrando la confrontación, el campo de acción de la diplomacia se expande significativamente. Resulta cada vez más imprescindible entendernos en la medida en que vivimos un mundo más interdependiente, a la vez que es más vasto el número de ámbitos a los que afectan las relaciones internacionales.
De tal manera que, uno de los rasgos que definen nuestro presente es la incontenible emergencia de la sociedad civil como protagonista, al lado de los actores tradicionales, en la toma de decisiones que hacen avanzar la Historia.
Alteza, Sras y Sres, en definitiva este es el motivo que nos mueve a convocar aquí a aquellas personalidades que están en condiciones de mejorar sensiblemente el nivel de conocimiento y comprensión entre nosotros.
Miro a mi alrededor y encuentro aquí esas personalidades capaces de producir cambios, de influir, de dar forma a la realidad y de crear vínculos donde antes no los había.(o eran escasos)
España ya ha iniciado un camino similar con otros países amigos a los que concede especial importancia. Parecía obligado, pues, extender esta flexible y eficaz forma de comunicación a un país de la relevancia del Japón que, al margen de ser una potencia mundial de primer orden, nos es tan próximo en tantos aspectos.
Ya en el siglo XVII un clásico de la literatura española, Baltasar Gracián, afirmaba que "los japoneses son los españoles de Asia", similitud en la que, curiosamente, habían ya coincidido otros autores europeos.
Con tal capital de simpatía, aprecio y respeto mutuos parece obvio que, tanto en nuestras relaciones bilaterales, como en la común acción hacia terceros cabe esperar mucho más de lo que el presente nos ofrece. Y es a los más vitales componentes de nuestras respectivas sociedades a quienes corresponde colmar estas aspiraciones.
Doy pues las gracias a cuantos han contribuído a hacer posible esta reunión: al Ministerio de Asuntos Exteriores del Japón, al periódico Nikkei que nos acoge y, sobre todo, a los componentes de ambos paneles, auténticos protagonistas y destinatarios, a un tiempo, de este ejercicio.
Sólo lamento no poder quedarme entre Vds. para disfrutar de lo que sin duda será un provechoso intercambio de ideas. Sobre todo teniendo en cuenta que la clausura correrá a cargo de nuestro Nobel de literatura, D. Camilo José Cela.
En todo caso, y dado que un elemento esencial para el éxito de esfuerzos de esta índole es la continuidad, no quiero despedirme de todos Vds. sin convocarles a la que esperamos será una muy grata tercera edición de este Seminario el año que viene, en España.
En 1999 se cumple el 450 aniversario de la llegada a Japón del primer español, y tenemos la fortuna, y buen augurio, de que nuestra relación se iniciase con una figura de la talla de San Francisco Javier, que se adelantaba a los navegantes, científicos y comerciantes españoles. Parece pues obligado que nuestro encuentro del próximo año tenga lugar en la tierra que vió nacer al primer hombre que recorrió medio mundo para traernos noticia de que en el, para nosotros, más remoto Océano, que en una época se llamó con justicia "el lago español", existía un pueblo de cultura exquisita y noble, que no solamente recibió a los españoles tan cordialmente como para acoger en su lengua palabras tan cotidianas como "pan" o "tempura", sino que, como dijo el propio Francisco Javier, "estima la honra más que ninguna otra cosa".
Sólo me queda desear a todos los participantes buen trabajo y el éxito que se merece el entendimiento y simpatía entre nuestros dos pueblos.