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on especial satisfacción vengo a presidir la entrega del Premio Correo a los Valores Humanos a una personalidad tan distinguida como la de Nicole Fontaine, presidenta del Parlamento Europeo.
Sus relevantes méritos personales y políticos se conjugan en su caso con la alta representación institucional que ostenta, y en la que simboliza un sentimiento europeísta que los españoles sentimos como parte esencial de nuestra realidad y de nuestro destino.
Nos alegra y nos anima comprobar que nuestra vinculación con Europa y su construcción es un camino de ida y vuelta, o, mejor aún, un encuentro, en el que Nicole Fontaine tiene un protagonismo ejemplar.
El galardón que hoy tan merecidamente recibe es, ante todo, un reconocimiento a sus valerosas convicciones. Y también una ocasión para unirnos en torno a los principios esenciales que nos definen y distinguen.
Por eso hoy coincidimos en la defensa de la libertad, una de las claves de la cultura europea. De la libertad que razona, construye y sostiene. La que necesitamos para ser, vivir y crecer.
Este acto es también una excelente oportunidad para recordar el compromiso de las empresas y los medios de comunicación con los valores esenciales que garantizan nuestra dignidad como personas y nuestra identidad como ciudadanos.
Una especial sensibilidad que sin duda ha mostrado y ejercido el Grupo Correo durante su ya muy dilatada trayectoria, y con la que ha prestado y sigue prestando un valioso servicio a nuestra sociedad y al progreso de su convivencia.
El Premio que ahora entregamos es una prueba evidente de la andadura de este Grupo, y de los empresarios vascos que lo encabezan. Conforme a la tradición ilustrada y liberal de su propia tierra, han sabido conjugar la diversidad de cada uno y la unidad de todos, articulando una y otra en un diálogo que a ambas enriquece, y las vincula en un proyecto de progreso y de futuro que es el nuestro, el de la España común.
Vivimos unos tiempos de grandes cambios, de avances tecnológicos que auguran un futuro de mayor prosperidad para todos, de una globalización, que, bien dirigida, pueda crear una comunicación universal que traspase fronteras y tienda redes de auténtica solidaridad.
Tenemos que abonar este proceso de transformación, fruto de la inteligencia humana y prenda de un futuro mejor. Pero hemos de hacerlo sin perder las referencias de lo que somos, de los principios en que creemos y de las reglas que mantienen e impulsan la libertad y la razón como motores irrenunciables de nuestras vidas.
Mantener el rumbo en medio del vértigo del cambio es un objetivo tan esencial como el progreso mismo. Y por eso es necesario que encaucemos el cambio con creencias firmes, con principios indelebles, que no dependan de conveniencias o de coyunturas pasajeras.
Porque queremos vivir así, nos duele aún más que siga abierta en España la herida del terrorismo, esa lacerante sinrazón que siega vidas para ahogar la libertad y la esperanza de todos nosotros, y muy singularmente las de muchos ciudadanos del País Vasco.
Celebro tener ocasión de reiterar aquí nuestro sincero agradecimiento a Nicole Fontaine por su encendida defensa de estas personas y su firme condena a la intransigencia que alimenta esta tragedia, que nos afecta a todos los españoles.
Quienes nos sentimos profundamente identificados con las víctimas del terror hemos de manifestar una extraordinaria gratitud hacia la solidaridad democrática que la señora Fontaine cristaliza en nombre de la inmensa mayoría de los ciudadanos de Europa.
Los que padecen la tortura del miedo o experimentan la amenaza de sus libertades deben saber que cuentan con el respaldo firme de las instituciones del Estado, con su Rey al frente, y con el apoyo activo de toda la sociedad española.
Al agradecer las oportunas palabras de Nicole Fontaine y de quienes le han precedido con las suyas, deseo que este Premio a los Valores Humanos siga proporcionándonos ejemplos de fidelidad a los principios que fundamentan nuestra civilización y la empujan a volar cada vez más alto.
Muchas gracias.