M
e llena de especial gratitud la invitación recibida para presidir esta Solemne Ceremonia Conmemorativa de los primeros Veinticinco Años de actividad de una de las instituciones más importantes de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, como es el Defensor del Pueblo. Una institución que ya tuve ocasión de visitar oficialmente hace seis años y cuyo servicio a España he seguido siempre con particular interés.
Agradezco al Defensor del Pueblo sus palabras de bienvenida tan cargadas de amabilidad y afecto, así como su enriquecedor análisis acerca de la intensa y valiosa trayectoria de esta institución, establecida por nuestra preciada Constitución.
Mi gratitud se extiende, asimismo, al Presidente del Senado por su generosa acogida, así como al Defensor del Pueblo Europeo por haber querido contribuir con su intervención y su presencia a realzar esta sesión.
Nos alegra poder contar en este día con la presencia de los Defensores del Pueblo en las Comunidades Autónomas de España. Y también nos satisface especialmente poder contar con la asistencia de los Defensores del Pueblo e Instituciones equivalentes de otros Estados Miembros de la Unión Europea y de diversos países de América, que nos honran con su presencia y a quienes he tenido el placer de saludar antes del inicio de este Acto.
En su XXV Aniversario, nuestro Defensor del Pueblo está de enhorabuena, a la cual me sumo con entusiasmo para expresar el alto reconocimiento que merece por la encomiable labor al servicio de los derechos y libertades de todos nuestros ciudadanos. Una felicitación y un reconocimiento que me complace dirigir no sólo a la institución, sino a todos a cuantos la han integrado y han contribuido con su esfuerzo y talento a edificar, ensanchar y consolidar su prestigio, haciendo gala de una alta preparación, profesionalidad y dedicación.
Al elaborar y aprobar nuestra Constitución, los españoles asumimos un catálogo muy ambicioso de derechos de la persona, en la estela de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de las Convenciones Internacionales más importantes en la materia, actualizando y mejorando, en algunos casos, su contenido.
Los ponentes, que dieron cuerpo a nuestro texto constitucional, estimaron también que, en el mismo plano que los derechos, deberían crearse unos mecanismos de garantía, sólidos, modernos y eficaces, más allá de los jurisdiccionales ordinarios o del Tribunal Constitucional. Estas coordenadas, determinaron el nacimiento de la Institución del Defensor del Pueblo que recoge el artículo 54 de nuestra Constitución.
Una Institución especialmente reforzada en su auctoritas, mediante la atribución de determinadas competencias y cuya actuación ha venido a configurar en la práctica un nuevo modelo de garantía.
Los diversos contactos que he tenido el privilegio de mantener con el Defensor del Pueblo desde mi primera visita como estudiante de Derecho, me han permitido apreciar la elevada calidad y el rigor que imprime en sus actuaciones, así como la permanente atención a nuestros ciudadanos, con enorme sensibilidad y cercanía, que caracteriza la labor de esta institución. Una labor que se perfecciona, precisamente, a partir de los escritos o quejas que plantean los propios ciudadanos.
Efectivamente, el Defensor del Pueblo, en el ejercicio de sus competencias, recoge las preocupaciones de los ciudadanos, especialmente las de aquellos que encuentran mayores dificultades para hacer oír su voz.
También las relaciones de los ciudadanos con los múltiples Centros y Organismos que integran las diversas Administraciones determinan, en no pocas ocasiones, situaciones difíciles ante las que el Defensor del Pueblo trata de acomodar los actos y decisiones que, por una u otra razón, pueden afectar al pleno y efectivo ejercicio de los derechos constitucionales de los ciudadanos.
En suma, con el Defensor del Pueblo el Estado de Derecho refuerza el papel de las instituciones clásicas de garantía, al tiempo que establece y perfecciona nuevos mecanismos al servicio de los derechos y libertades de los ciudadanos, haciendo prueba de su capacidad de adaptación a una realidad social compleja y en continua transformación.
Como ha recordado ya nuestro Defensor del Pueblo en España y en Portugal, muchos países hermanos de la Comunidad Iberoamericana de Naciones decidieron también incorporar esta Institución a sus respectivos ordenamientos, con sus lógicas peculiaridades, aunque siguiendo en gran medida los rasgos esenciales del modelo surgido en suelo portugués y español.
Con ellos ha colaborado de forma activa el Defensor del Pueblo de España a lo largo de estos años, poniendo a su disposición sus conocimientos y experiencias. También ha colaborado con muchos países del mundo inmersos en procesos de democratización o modernización de sus sistemas políticos, respondiendo así a una creciente toma de conciencia sobre la necesidad de disponer de instituciones como el Defensor del Pueblo, que acercan el Estado y las Administraciones Públicas al ciudadano y le ayudan a resolver muchos problemas que surgen en su relación con aquellas.
Una toma de conciencia que revela la alta confianza que los ciudadanos otorgan al papel que este tipo de instituciones desempeñan a favor de las libertades y derechos fundamentales en los modernos Estados de Derecho.
España, como país democrático, moderno, próspero y solidario, se enorgullece de poder disponer de una institución como el Defensor del Pueblo cuyo XXV Aniversario hoy celebramos. Me alegra constatar con tal motivo, el sobresaliente grado de aceptación y madurez que ha alcanzado el Defensor del Pueblo en el marco de nuestro sistema constitucional de convivencia democrática en libertad.
S.M. el Rey me pide que traslade en este Aniversario un mensaje de aliento y apoyo, al que me uno plenamente, a la gran tarea de promoción de nuestra convivencia democrática en justicia y libertad, que, desde su origen, ha venido desarrollando el Defensor del Pueblo definido como alto comisionado de las Cortes Generales, designado por ellas para defender los derechos fundamentales consagrados en nuestra Constitución.
Quiero expresar mi gratitud, en particular, a las personalidades que contribuyeron de forma decisiva al nacimiento y desarrollo de esta institución, a sus sucesivos titulares elegidos por las Cortes Generales para asumir la importante responsabilidad de personificarla, y a quienes a lo largo de estos veinticinco años han aportado su valioso trabajo y perseverante entrega al buen funcionamiento del Defensor del Pueblo.
Como Heredero de la Corona, contáis con mi admiración y mi reconocimiento por vuestra tarea en defensa de los derechos y libertades fundamentales, contribuyendo así a la construcción de una España cada vez mejor.
Reitero mi más cordial felicitación a la institución del Defensor del Pueblo en su XXV Aniversario, le animo a continuar con su noble tarea y le deseo muchos nuevos éxitos al servicio de todos los españoles.
Muchas gracias.