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as horas que, ayer y hoy, he pasado en la Expo son motivo para expresar mi reconocimiento y admiración por la misma. En la cara de los visitantes con los que me he cruzado o con quienes he hablado, he podido observar como el mensaje de la Expo, "Hombre, Naturaleza y Tecnología", no era sólo un simple proyecto de futuro, sino que pasaba a ser una vivencia.
Por ello, con estas palabras deseo dejar constancia de mi felicitación hacia Alemania, hacia la sociedad alemana y, muy en particular, hacia todas y cada una de las personas que han contribuido con su entusiasmo en hacer realidad este proyecto.
La generación a la que pertenezco tiene una especial sensibilidad por la sociedad que estamos heredando y por la que transmitiremos a las que nos siguen. Algún día nos enfrentaremos con la satisfacción, o con el remordimiento, de lo que hicimos para demostrar la capacidad humana y tecnológica a fin de gestionar y proteger la riqueza de nuestra biodiversidad y de nuestra pluralidad cultural, así como para asegurar la solidaridad de nuestros pueblos.
Con esta perspectiva, el mensaje de España, puesto de relieve en su Pabellón, se ha centrado en dos grandes coordenadas de la sociedad española, con las que los jóvenes como yo, se sienten especialmente identificados: conocimiento y solidaridad.
El convencimiento profundo de que la información, la investigación y la cultura, el conocimiento en definitiva, es y será el motor del progreso, y la constatación del vibrante pulso de la sociedad española como actor principal del creciente movimiento solidario con otros pueblos, otras culturas y con la conservación del espacio natural común, son las ideas principales que inspiran nuestro pabellón.
No quiero terminar sin referirme a la dimensión iberoamericana de España. Los portales de internet en español, la plaza Latina de la Expo y la destacada participación de los países iberoamericanos, son prueba del dinamismo de esta Comunidad de Naciones de la que, como español, no puedo sentirme más satisfecho.