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s aseguro que vuelve a llenarme de emoción regresar al legendario Roncesvalles para -en esta ocasión ya junto a la Princesa- presidir nuevamente los actos conmemorativos del inicio de un Año Santo Jacobeo; y también que conservo muy vivo el recuerdo de mis dos visitas anteriores realizadas en los años 1993 y 2004 con igual motivo. De la misma manera, guardo intensamente en la memoria tanto mi primera experiencia jacobea con ocho años, cuando asistí junto a SS.MM. los Reyes a las celebraciones del Año Santo de 1976 en el mismo Santiago de Compostela, como cuando pude realmente caminar como peregrino y ganarme el jubileo en el 93 y en el 97 junto a las Ordenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa.
Hoy en la bella Colegiata Real de Roncesvalles que nos acoge, hemos vuelto a escuchar a una extraordinaria representación de Altas Autoridades: a los Presidentes de las Comunidades Autónomas de Navarra, de Castilla y León, de Aragón, de la Rioja, de Cantabria, de Galicia y del País Vasco, así como la Ministra de Cultura. Gracias por vuestras palabras. También gracias, Sr. Arzobispo de Pamplona y Tudela, por su amable intervención.
Las palabras pronunciadas reflejan el sentido de este Camino de Santiago que tiene aquí, en la noble Navarra, uno de sus fundamentales trayectos históricos, geográficos y culturales, dentro de esa gran diversidad que representan las tierras de España.
El Camino es un tapiz de principios que nos ofrece la oportunidad de tomar el pulso a la vida y al espíritu. Nos evoca concordia, solidaridad, unión. Al mismo tiempo, nos invita a superarnos, a mirar más allá, a perseguir altas metas. Sabemos que el Camino no es sólo una senda que se recorre, sino que representa nuestros más profundas aspiraciones y proyectos. El camino, como dijo el poeta, se hace al andar. En nuestras manos y en nuestra voluntad está el andarlo, el perfeccionarlo, el hacerlo más transitable para nuestros conciudadanos y para nosotros mismos. Es nuestra libertad y responsabilidad. Cada paso, cada etapa en la ruta, nos acerca a acompasar nuestro corazón con el latido del presente.
Decía al comenzar que estar hoy aquí con todos vosotros nos producía una honda emoción; pues veo en vuestra presencia ahora en Roncesvalles y esta tarde en Jaca, así como entiendo en vuestras palabras, el testimonio vivo de todos esos valores que he mencionado. Estoy convencido de que el futuro de España se alimenta aplicando el espíritu de solidaridad que, bajo la mirada de quien fuera declarado Patrón de España, Santiago, nos ha traído a este magnífico lugar. De igual manera, el mejor porvenir de nuestra sociedad -de nuestros jóvenes, de nuestros hombres y mujeres- se fortalece al seguir auténticos criterios de mejora.
Fraternidad y superación, ideas fuerza del Camino de Santiago, deben impulsarnos, pues, a hacer de España una Nación siempre mejor. Una España, orgullosa de su riqueza cultural tan diversa y plural, en la que las legítimas diferencias sirvan de acicate para lograr un país más cohesionado. Una España más preparada y con energías renovadas, para reemprender con vigor la senda del crecimiento y del mayor bienestar.
Aquí, en torno a una ruta histórica -religiosa y cultural- activada en la Edad Media, resultan más gráficas, más evidentes aún, algunas de las raíces milenarias de España. Por ello este encuentro y todo lo que simboliza el Camino refleja un bello y poderoso pensamiento sobre mucho de lo que nos une y define como españoles. Como ha recordado hace poco S.M. el Rey, somos una gran Nación europea de larga historia y patrimonio inmenso, que no puede comprenderse sin esa diversidad que no sólo nos enriquece, sino que sobre todo es consustancial al mismo ser de nuestro país. Permitidme a esta altura mandar un afectuoso saludo a todas las Comunidades y Ciudades Autónomas que se hallan asimismo asociadas de corazón a la Ruta Jacobea.
El Camino es y ha sido de modo esencial ruta de Europa y vía de universalidad. Conocemos bien los orígenes y el sentido, teñidos de europeidad, de la senda del "Campo de la Estrella". De hecho, históricamente, la Ruta Jacobea fue uno de los ejes de mayor vinculación del resto de Europa con España. Así, desde los confines de nuestro continente nos visitaron durante siglos innumerables peregrinos, aportándonos cultura, arte y economía; e igualmente, en lógica reciprocidad, desde España se contribuyó a engrandecer los horizontes de Europa.
Como señalé con motivo de la concesión del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia al Camino de Santiago,éste "fue el primer proyecto europeo común, la primera empresa en que gentes de muchas colectividades confluyeron por varias sendas en un destinoúnico, enriqueciendo nuestras tierras con palabras, edificios, costumbres, alimentos, estilos de vida, leyendas y canciones, que los peregrinos traían con ellos y dejaban entre nosotros como una semilla fecunda". Esa dimensión continental le fue también reconocida por el Consejo de Europa que no dudó en nombrarlo "Primera Ruta Cultural Europea" y "Gran Itinerario Cultural de Europa".
Hoy los europeos nos encontramos de nuevo juntos en un ambicioso e imprescindible proyecto común. En este Año Santo Compostelano se cumplen precisamente veinticinco años de la incorporación de España a dicha obra de integración, al tiempo que nuestro país asume este semestre la Presidencia rotatoria de la Unión Europea. Por ello es quizá un buen momento para insistir en la idea de que los altos ideales y valores que inspira el Camino sigan orientando la maquinaria de esta gran obra humana que avanza inacabada.
La universalidad es laúltima gran escala que nos aporta el Camino de Santiago, y también por ello la UNESCO declaró a esta ruta Patrimonio de la Humanidad. El peregrino viajaba incansablemente hacia el finis terrae: el fin del mundo conocido. Esta metáfora geográfica se asoció a menudo a la superación de las dimensiones más terrenales, cercanas y conocidas; así, al reto tradicional, con sus connotaciones culturales y filosóficas, se vinculó el de alcanzar el límite geográfico más alejado.
Por ello no quiero dejar de recordar tampoco que fueron nuestros antepasados quienes sobrepasaron, con grandeza y valentía, aquella frontera del fin del mundo, implantando de ese modo la primera semilla de la globalización.
Así se explica, junto a la esencial europeidad de España, su indudable y esencial dimensión iberoamericana. En América el nombre de Santiago está profusamente presente en numerosas ciudades de países hermanos y evoca, sin duda, ese espíritu de solidaridad y de superación que hace ya mil doscientos años comenzó a brotar entre la capital de Galicia y estos grandiosos montes Pirineos, pasando por todas las tierras aquí representadas e inundando el viejo mundo.
En el Año Santo Compostelano, con realismo pero con ambición, debemos desearnos lo que más necesitamos. Unidos y con determinación, tengo la seguridad de que superaremos todos los retos que se nos planteen. Feliz Jacobeo 2010.
Muchas gracias.